En el discurso de cualquier director de empresa o institución nunca faltan conceptos que le aportan interés y mantienen su imagen, entre ellos encontramos “el valor de la gente”, “el cuidado del ambiente” y “la creencia en un futuro mejor”, entre otros. “La tecnología de vanguardia” es uno de ellos. Pero ¿cómo sabemos que existe un compromiso real con estos aspectos? Y en el caso de la tecnología, de la cual forman parte todas las personas que colaboran con la organización, ¿cómo sabemos que se valora realmente?
Una organización que está comprometida con la tecnología, no logra ocultarlo ni necesita realzarlo especialmente, porque se respira en el aire. A continuación se relatan algunos indicadores que demuestran que este compromiso tecnológico existe:
En primer lugar una organización debe reconocer la tecnología. Por lo que podemos observar si están claramente identificados las fuentes de tecnología, sus usos e importancia, de manera que su existencia no es casual sino que las funciones están claramente definidas con respecto a su conservación y utilización. Si la tecnología identificada está relacionada exclusivamente con tecnologías de comunicación e información, o con tecnología de producción pudiéramos enfrentar una perspectiva netamente instrumental de ésta.
Si adicionalmente se reconoce a la gente, su conocimiento y su contenido histórico, comenzamos a mejorar la evaluación. Mejor aún si la organización se encarga de formar al personal con un plan bien estructurado que no se agota solo en cursos y talleres adquiridos en el mercado, sino en la selección, supervisión y validación de las competencias fortalecidas. Desarrollando programas propios que permiten que se transfiera eficientemente la cultura y la forma de aplicación de las tecnologías en el propio contexto.
Si nos encontramos en una organización en la cual “cada quien hace lo que sabe” y la mayoría de las tareas carece de normalización, entonces la tecnología se acepta solo en algunas de sus formas. La tecnología permite garantizar la operatividad del negocio, desde sus procesos productivos hasta los administrativos, por lo tanto, en una buena gestión de la tecnología se puede observar que estos se realizan en el marco de políticas y documentos formales, que rigen su ejecución. Y se cuenta con un completo proceso de verificación de la ejecución del trabajo.
Otro indicador tiene que ver con la gestión formal del conocimiento, el cual implica una serie de acciones que permiten capturar, almacenar, transferir y utilizar aquellas tecnologías de saber o hacer necesarias para la conservación y evolución de la organización. Cuando esto es atendido nos encontramos con una buena fuente interna de documentos, videos, fotografías y otros componentes que servirán a la organización por muchas generaciones.
La aceptación del cambio y la innovación es otro aspecto que nos habla del compromiso organizacional con la tecnología. Si estamos en un ambiente en el que una propuesta es tratada como “la historia del paradigma de los monos”
es porque la tecnología es más un mal necesario. Pero si se incentiva y apoya el aporte de la gente entonces la organización reconoce el gran potencial que tiene para impulsar el ahorro, la productividad y el compromiso.
Finalmente, una organización preocupada por la eficiencia en el uso de la tecnología está dotada de infraestructura para ello, encontrándonos con elementos como laboratorios de ensayo o de computación. Bibliotecas. Centros culturales. Personajes emblemáticos que cuentan su historia. Lugares con nombres de personas que hicieron relevantes aportes. Y hasta ferias tecnológicas.
Si tu organización está comprometida con la tecnología, entrégate a ello y crece con ella. Si no, es el momento de proponerlo.
Lcdo. José Mendoza – Director en IPF Aslan